Esta reseña biográfica, tiene como propósito reconocer el legado de entrega, trabajo intenso y honrado, servicio al prójimo, amor profundo a la familia y a la patria, inspiración, experiencia y compromiso, expresados por Elvia Juana Mojica, tanto en lo personal como en lo profesional. Ella también fue un ejemplo, en cuanto al logro de sus aspiraciones personales, sin olvidar sus raíces y con la certeza de que la influencia del Todopoderoso, fue determinante en su vida y en sus logros. Siempre se proyectó a los demás, ayudándoles a superarse como personas y a mejorar sus condiciones de vida.
En efecto, Elvia nació el 24 de junio de 1945 en la finca La Mica, municipio de San Sebastian Salitrillo, departamento de Santa Ana, en el seno de una familia muy pobre, siendo la última de cinco hijos. La madre Margarita Mojica Madrid, sólo estudió hasta tercer grado y era empleada domestica. El padre Alfonso Cerón, era albañil y contaba con 6to grado de estudio. Sin embargo, él se separó de la familia, cuando Elvia eran una recién nacida y a partir de esto, solamente ayudó esporádicamente. Así, el peso del sostén económico recayó en Doña Margarita, quien con su esfuerzo y sacrificio, se consagró al cuidado de sus amados hijos e hijas, proveyendo a su sustento y necesidades básicas, tanto materiales como espirituales, inculcando en cado uno de ellos y ellas -muy especialmente en Elvia-, un ferviente sentimiento religioso, caracterizado por su absoluta confianza en la ayuda Divina. En 1952, cuando Elvia contaba con 6 años y medio de edad, Doña Margarita, obtuvo un empleo mejor pagado, siempre como empleada domestica, con una familia en San Salvador, por lo cual fueron a residir a la capital. Este trabajo resultó ser estable, lo que les permitió mejorar sus condiciones de vida.
Elvia realizó todos sus estudios en San Salvador. La primaria la estudió en la Escuela Nicolás J. Bran. Mientras que la secundaria y contaduría, en el Nuevo Liceo Centroamericano. Sin embargo, para poder estudiar en dicho Liceo, tuvo que trabajar durante el día y estudiar en el turno nocturno. Además, aportaba una parte de su sueldo al sostenimiento de su madre y hermanos. Así desde su juventud, daba muestras del espíritu de rectitud, disciplina y solidaridad, que la caracterizarían durante toda su vida. Su primer trabajo fue como dependiente en “El Cochinito”, un supermercado muy conocido en esas fechas, en San Salvador. Aquí, a base de su trabajo honrado y entrega, se ganó la confianza, respeto y cariño de la propietaria y el aprecio de sus compañeros y compañeras. Esto le valió que en 1970, cuando se graduó como contadora, fuera promovida para que llevara las cuentas de ese mismo establecimiento.
En 1975, como un efecto de los cambios sociales que empezaron a perfilarse y que años después desencadenarían en la guerra civil que vivió nuestro país, “El Cochinito” quebró y dejó de funcionar. Así, Elvia quedó desempleada. Esto sin embargo, no la desalentó –esta era otra de sus cualidades- y al poco tiempo obtuvo un nuevo trabajo en el Instituto Salvadoreño de Fomento Cooperativo (INSAFOCOOP), para facilitar capacitaciones y organizar cooperativas en el interior del país.
En esta Institución se encontró por primera vez, con la que sería la vocación a la cual consagraría su vida: ayudar a cientos de mujeres y hombres para que buscaran y lograran su desarrollo personal y familiar, inculcándoles el respeto hacia si mismos y hacia los demás, y valores tales como la ayuda mutua, la equidad, la igualdad, la participación democrática y el amor y la confianza en Dios.
También, fue en INSAFOCOOP, donde conoció a la Licda. Emma Dinora Méndez, con quien construiría una estrecha amistad -que duraría toda su vida-, forjada sobre la base de compartir un profundo sentimiento de amor, confianza y solidaridad, valores y principios, así como el deseo y la disponibilidad para ayudar a quienes más lo necesitan.
En 1985, la Licda. Méndez convocó a Elvia para que trabajara en la OEF Internacional -una ONG de la League of Women Voters de los Estados Unidos de América (LWVUS)-, pionera en la organización comunitaria y educación de adultos con baja escolaridad enfocadas para el desarrollo. Tres años más tarde, ella y la Licda. Méndez, fundaron la OEF salvadoreña.
La OEF fue “su niña”, a quien se consagró con dedicación y ahínco. Así, Elvia se convirtió en un verdadero ángel que luchó contra la ignorancia, contra la falta de fe y contra la opresión humana en todas sus modalidades, hizo sendero al andar, ganándose el respeto y el amor de todos y todas las que la rodearon, quienes cariñosamente la llamaban “La Mama Elvia”.
Otra de sus inigualables cualidades, era su patriotismo y amor auténtico a El Salvador. Muchas veces fue postulada para acceder a una beca y poder viajar a Israel y a los Estados Unidos, pero ella siempre decía: “No, a mi mándenme a Chirilagua, a San José La Paz, a Morazán, a La Unión, a Tecoluca, porque allí es donde yo me siento bien”. No había quien la convenciera de dejar las tortillas y los frijolitos siquiera por 3 días. Sus habilidades como capacitadora, fueron excepcionales, simplemente no ha existido nadie igual. Las mujeres y hombres de las comunidades a quienes ella capacitó, siempre quedaron esperando más de su entusiasmo y sabiduría, que demostraba entre otras formas, motivando férreamente a que participaran activamente y no se limitaran únicamente a mirar y oír, - para lo que tenia una forma peculiar de referirse, como: “Los Miranda” y “Los Orellana”-. Ese entusiasmo y dedicación también los prodigaba a sus compañeros y compañeras de trabajo. Algo de lo que ella disfrutaba muy especialmente, era de hacer de los principiantes que ingresaban a la OEF, verdaderos expertos en el tema del desarrollo, la comunicación y el servicio a los demás. La mística que ella inyectaba en sus discípulos era el resultado de un predicar con el ejemplo. Ya que Elvia siempre actuó más y mejor de lo que dijo a otros que hicieran, en realidad fue una verdadera maestra y facilitadora de conocimientos. Todo ese derroche de energía y entrega, si ya de por si eran encomiables, lo fueron mucho más, al considerar que Elvia debía bregar contra las enfermedades crónicas que la aquejaban. En efecto, desde la época en que trabajó en el INSAFOCOOP, presentó una desviación de discos en la columna vertebral –por lo que fue operada- y desarrolló artritis en la mayoría de sus articulaciones. Los medicamentos que tomó por años para controlar la artritis, le ocasionaron un daño renal que derivó en insuficiencia renal crónica e hipertensión arterial, la cual la llevó a la muerte.
Estas enfermedades, conllevaron a que sufriera de dolores constantemente, se le dificultara caminar y los pies se le inflamaran. Sin embargo, nada de esto doblegó nunca sus ganas de servir y trabajar en pro de los demás. Nunca se tomó una incapacidad, y su abnegación la hacia ir a trabajar aun los fines de semana en medio de crisis de dolor.
Al igual que con el trabajo, su familia también era parte de su dedicación. Elvia nunca se casó ni tuvo hijos, pero amó fervientemente a su “mamita”, -con quien convivió y cuidó hasta que ésta falleció en 1998-, a sus hermanas y hermanos, pero sobre todo a sus sobrinos y sobrinas, de quienes hizo sus hijos e hijas, criándolos y velando por ellos y ellas, entregada por completo en cuerpo y alma.
Su muerte –acaecida el 31 de mayo de 2003-, no terminó con su excepcional labor, por el contrario su invaluable legado vive y fructifica en la OEF y en cuantos la conocieron. Ella demostró con su vida, que es posible ser rico espiritualmente, aún viviendo en la pobreza material. Demostró que las mujeres tienen una fuerza especial dada por El Creador para poder salir adelante y sacar adelante a su familia, tanto como hacer del mundo un lugar más humano, más tierno y más feliz. También, ella demostró a los demás que se puede vivir siendo fiel a principios divinos, aunque éstos parezcan reñidos con la moda, con la actualidad y hasta con las formas de alcanzar el éxito y demostró que se puede construir a partir de sueños, puesto que eso significó la OEF para Elvia, un sueño hecho realidad, que ella siempre fundamentó en esfuerzo, amor, ideales y sobre todo en una fe profunda e inquebrantable en Dios, en sí misma y en las mujeres salvadoreñas.
ESTO Y MÁS FUE ELVIA JUANA MOJICA, POR LO QUE DENTRO DE LA OEF, ES UN EJEMPLO A SEGUIR...